Mucho de la discusión sobre la ética en la administración se origina en la opinión de que las organizaciones tienen responsabilidades sociales: es su obligación actuar en pro de los mejores intereses de la sociedad.
Así pues, deben reglamentar sus acciones de acuerdo con el principio de la etapa posconvencional de desarrollo moral. Esta opinión representa una ampliación de la idea de responsabilidad social de los individuos. En este contexto, la ética trata esencialmente de las relaciones entre personas. Si cada uno debe tratar a los demás como le gustaría ser tratado, lo mismo aplica para las organizaciones.
No hay discusión sobre el hecho de que las organizaciones, como los individuos, tienen responsabilidades sociales, en la medida en que su comportamiento afecta a otras personas, y queriéndolo o no, hay personas y grupos dispuestos a exigir esas responsabilidades por medio del activismo político, la prensa, la legislación y los parlamentos. Sin embargo, hay dos doctrinas a ese respecto, cada una con argumentos muy sólidos: la de la responsabilidad social y la del interés del accionista.
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DOCTRINA DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL
La primera doctrina es la que reconoce la responsabilidad social de las organizaciones en general y de las empresas en particular.
El principio de la responsabilidad social se basa en la premisa de que las organizaciones son instituciones sociales, que existen con autorización de la sociedad, utilizan los recursos de ésta y afectan su calidad de vida. Uno de los principales representantes de esta corriente es Andrew Carnegie, fundador de US Steel, quien en 1899 publicó en Estados Unidos “El evangelio de la riqueza”, en el que establece los dos principios de la responsabilidad social corporativa.
Los dos principios de la Responsabilidad Social Corporativa - RSE:
• Principio de la caridad y
• Principio de la custodia.
Esos principios se basan en una visión paternalista del papel del empresario en relación con los empleados y los clientes.
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Principio de la caridad
El principio de la caridad, según Carnegie, dice que los individuos más afortunados de la sociedad deben cuidar de los menos afortunados, incluyendo a desempleados, enfermos, pobres y personas con deficiencias físicas. Estos desafortunados pueden recibir ayuda en forma directa o por medio de instituciones como iglesias, asociaciones de caridad o actividades de auxilio. La obligación es del individuo, no de su empresa, y él decide cuál es el valor de la caridad que pretende practicar.
En la década de 1920, en Estados Unidos, la Gran Depresión aumentó enormemente las necesidades comunitarias, lo que estimuló la participación de las empresas en torno del principio de la caridad.
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Principio de la custodia
El principio de la custodia, derivado de la Biblia, establece que las empresas y los individuos ricos deberían verse como depositarios de su propiedad. Según Carnegie, los ricos tienen su dinero con la confianza del resto de la sociedad y pueden usarlo para cualquier fin que ésta juzgue legítimo. El papel de la empresa es también aumentar la riqueza de la comunidad por medio de inversiones prudentes y el uso cauteloso de los recursos bajo su responsabilidad.
Una base para la aceptación de la responsabilidad social es la propuesta de que las organizaciones provocan efectos que no siempre son buenos para sus partes interesadas. Los beneficios para la colectividad están equilibrados por las pérdidas que muchas veces causan voluntaria o involuntariamente, como los daños al ambiente o los despidos y el desempleo.